Una caída o un golpe en el tobillo puede romper uno o más de los tres huesos de la articulación del tobillo: el peroné, la tibia y el astrágalo. Torcer el tobillo puede causar una fractura en las protuberancias del extremo de la tibia y el peroné. Un tobillo roto o fracturado es una lesión en el hueso.
Una fractura de pie es una lesión de los huesos. Puedes sufrir una fractura de pie durante un accidente automovilístico o por un simple traspié o caída. La gravedad de una fractura de pie varía. Las fracturas pueden oscilar entre pequeñas grietas en los huesos hasta fracturas que perforan la piel.
Son las lesiones más frecuentes de la urgencia traumatológica y las lesiones deportivas más prevalentes.
El esguince de tobillo es el esguince más frecuente. El mecanismo lesional más frecuente es la inversión forzada del pie (equino-supinación).
El ligamento más frecuentemente afectado es el lateral externo y más concretamente su fascículo anterior (peroneoastragalino anterior o LPAA) (66% de los casos).
Las lesiones del ligamento lateral interno (deltoideo) se presentan muy raramente de forma aislada, acompañándose generalmente de fractura del maléolo externo.
Las lesiones sindesmales, o de los ligamentos tibioperoneo (anterior y posterior) e interóseo, son responsables del 10% de los esguinces de tobillo y conllevan un tiempo de recuperación hasta cuatro veces superior a los esguinces del ligamento lateral externo. La sintomatología residual habitual incluye dolor (precoz y tardío), impotencia funcional y tendencia a la inestabilidad crónica y recidivas.
Un grado de actividad física elevado puede influir negativamente en la aparición de estos síntomas. El factor pronóstico más importante es el tipo y la gravedad de la lesión. Los esguinces se clasifican en:
· Esguince grado I (distensión o elongación): Hiperextensión de las fibras ligamentosas más allá de su límite de deformación elástica sin rotura visible.
Ligera tumefacción dolorosa sobre el ligamento. El paciente es capaz de deambular. No inestabilidad a la exploración.
· Esguince grado II: Rotura parcial del ligamento.
En este caso el edema es mayor, el dolor es más intenso (sobre todo en las fases precoces) y la impotencia funcional se materializa en una dificultad notoria para la deambulación por dolor. Presencia de equimosis y moderada inestabilidad a la exploración.
· Esguince grado III: Rotura completa del ligamento.
Incapacidad para el apoyo plantar completo del pie, con edema importante, equimosis y dolor intenso.
En ocasiones el dolor puede no ser tan importante como la lesión anatomopatológica podría hacer prever. En caso de inestabilidad grave aparece bostezo articular en varo por báscula astragalina y cajón anterior positivo (maniobra de Castaing).
El tendón de Aquiles es un gran tendón presente en el tobillo y el pie. Puede sufrir una degeneración crónica progresiva, que es independiente del nivel de actividad del paciente. Puede presentar una rotura evidenciada por el dolor a nivel del tendón, descrito como un chasquido, incluso audible en la zona posterior del tobillo.
Se utilizan técnicas mínimamente invasivas que permiten incisiones pequeñas, inmovilización por un breve período de tiempo y una pronta recuperación, con bajo índice de complicaciones.
Una rotura total del tendón de Aquiles precisará un tratamiento quirúrgico mientras que en una rotura parcial del tendón de Aquiles deberá evaluar la necesidad de una cirugía reparadora o la utilización de un yeso durante 3 a 6 semanas a fin de regenerar el tendón (dicho yeso deberá cambiarse cada 2 ó 3 semanas para ayudar a estirar el tendón). La ventaja del tratamiento quirúrgico es la baja estadística en recidivas de rotura del tendón, mientras que la desventaja son las complicaciones postoperatorias de cualquier herida quirúrgica. Se aconseja a los pacientes que han sufrido una rotura del tendón de Aquiles hacer estiramientos antes de realizar ejercicio así como evitar calzados con elevado tacón.
La artrosis de tobillo es la etapa terminal de la enfermedad degenerativa con compromiso articular de esta importante articulación. Sus causas son principalmente post traumáticas: fracturas de tobillo mal reducidas, fracturas con importante daño de la articulación, inestabilidades crónicas de tobillo, enfermedades inflamatorias crónicas, infecciones articulares.
Entre las alternativas de tratamiento están las osteotomías, cirugías de conservación articular en las que se alinea el tobillo a través de cortes en el hueso o reemplazo articular total de tobillo, que pretende simular la articulación y disminuir la sobrecarga de las articulaciones vecinas.
El Hallux Rigidus es una deformidad en la articulación ubicada en la base del dedo gordo. Causa dolor y rigidez en el dedo gordo y, con el tiempo, doblar el dedo se vuelve más y más difícil. “Hallux” se refiere al dedo gordo, mientras que “Rigidus” indica una rigidez en el dedo que impide el movimiento.
Principalmente el origen de la metatarsalgia de debe a una mal reparto de las presiones en el antepié cuando caminamos, durante la fase de despegue el primer metatarsiano es el hueso que debe de asumir la mayor carga, ya que este es un hueso más robusto para poder llevar a cabo este papel, cuando se altera esta presión y se cambia del primer metatarsiano al segundo y tercer metatarsiano, como estos huesos no están diseñados para recibir tanta presión no aguantan y se inflaman, produciéndose dolor, es decir metatarsalgia.
Una de las causas intrínsecas(congénita) más comunes que producen un mal reparto de las presiones es el tipo de fórmula metatarsal, es decir como son de largos los huesos del metatarso, que el primer metatarsiano sea más corto que el segundo metatarsiano sería el tipo de fórmula metatarsal más propensa a producir metatarsalgia de origen mecánico, a este tipo de fórmula metatarsal de denomina Índex Minus.
Otra causa intrínseca (adquirida) frecuente son los dedos en garra, esto se debe a que como los dedos no apoyan en el suelo, estos producen un desequilibrio en las presiones, provocando dolor en el metatarso.
Existen distintos tipos de deformidades de los llamados dedos menores del pie, es decir, del segundo al quinto dedo y, aunque popularmente se engloban todas dentro de la denominación de “dedos en martillo”, específicamente se distinguen:
· Dedo en martillo: Se trata de una hiperflexión de la articulación interfalángica proximal del dedo con hiperextensión de la articulación metatarso-falángica y de la interfalángica distal.
· Dedo en garra: También denominado dedo en cuello de cisne. Es una hiperflexión de las articulaciones interfalángicas proximal y distal del dedo con hiperextensión de la articulación metatarso-falángica.
· Dedo en maza: hiperflexión de la articulación interfalángica distal del dedo.
· Clinodactilia: desviación del dedo hacia lateral o medial.
Las causas de estas patologías pueden ser de carácter congénito pero más frecuentemente son deformidades adquiridas acompañando a las metatarsalgias por insuficiencia del primer radio. También pueden ser de origen neurológico como el pie cavo, paresias, etc.
Además de la alteración anatómica específica según el tipo de deformidad y de la metatarsalgia a la que con cierta frecuencia acompañan, suelen presentarse también hiperqueratosis o callos en las zonas de máximo roce.
El tratamiento conservador se basa, en fases muy iniciales y si la deformidad es reductible, en evitar los calzados estrechos y puntiagudos. Mejorar de forma activa y pasiva la movilidad de los dedos y utilizar dispositivos ortopédicos que intenten reducir la deformidad. Por desgracia, en la mayoría de las ocasiones las deformidades no son reductibles y los dispositivos ortopédicos, de diferentes composiciones y morfologías, sólo sirven para proteger las zonas de roce.
En caso que el paciente no tolere la deformidad, se recomendará el tratamiento quirúrgico. En función del tipo de deformidad se emplearán diferentes técnicas quirúrgicas como tenotomías, osteotomías de las falanges, capsulotomías o artrodesis entre otras. Estas intervenciones pueden ser percutáneas o abiertas.
Para deformidades menores y menos rígidas se aplicarán intervenciones percutáneas, dejando las intervenciones abiertas para deformaciones importantes, muy rígidas o en las que haya que acortar el dedo. En ocasiones, es necesaria la colocación de alambres, también denominadas agujas de Kirschner, que se colocan de forma provisional y atraviesan todas las falanges del dedo. Posteriormente es necesaria la retirada de estas agujas. Este proceso se realiza de forma ambulatoria a las tres o cuatro semanas de la intervención.
Es una patología frecuente en mujeres que produce pie plano con un impacto importante, deteriorando su calidad de vida y limitando su capacidad funcional.
Se traduce clínicamente en un pie plano sintomático, que no se modifica utilizando plantillas convencionales.
Desplazamiento del dedo gordo del pie hacia el segundo dedo, algunas veces con alteración de la rotación axial. La mayor parte con antecedentes familiares de la deformidad. Disponemos de distintas alternativas para su manejo, destacando la cirugía mínimamente invasiva.